jueves, 9 de mayo de 2013

La rivalidad se traslada a Europa



La rivalidad nacional trasladada al acontecimiento baloncestístico de mayor relieve del viejo continente. El habitual duelo que el aficionado español acostumbra a vivir, y a menudo maldecir, será presenciado por toda Europa: Barça y Madrid se enfrentan para dirimir quién merece estar en la Final.
En Londres viviremos un capítulo más, un único capítulo que con total seguridad marcará el final de temporada de ambos equipos. Dos estilos enfrentados que se vuelven a enfrentar.

Xavi Pascual y Pablo Laso tienen una idea muy clara, y diferente, del camino que deben seguir para poder ganar. Barça y Madrid son dos construcciones mastodónticas, de cimientos fiables y materiales de tremenda calidad que sin embargo se parecen en poco. Jugando su juego son probablemente los dos mejores equipos de Europa, así pues, lo que sucederá en el partido dependerá en gran parte del ritmo que prevalezca durante el mismo.

La superioridad y regularidad mostrada por el conjunto blanco le ha permitido dosificar mejor a sus jugadores, el equipo llega listo y con todos sus efectivos al gran duelo. Laso ha realizado una buena gestión de su plantilla, algo de lo que no puede presumir un Xavi Pascual más cambiante que nunca.
La utilización de sus recursos ha sido descompensada y en ocasiones incoherente, condenando jugadores de innegable calidad al ostracismo. Si a eso le unimos la ingente cantidad de partidos que ha tenido que afrontar, nos encontramos con una importante sobreexposición de minutos a los habituales titulares, hecho que ha provocado problemas físicos a algunos de sus máximos referentes. Dichos contratiempos han obligado a la secretaría técnica a reforzar el equipo con un jugador que se convirtió en fundamental para levantar la Copa del Rey; jugador que el viernes no estará en cancha.
Por lo tanto, con la exigua rotación exterior que dejaron las bajas de Rabaseda y Mickael, Xavi Pascual se vio en la obligación de tirar de jugadores olvidados como Abrines, Todorovic o Ingles, los cuales se han mostrado importantes e incluso decisivos en su serie contra el Panathinaikos.

Las dudas que presenta el Barça para el trascendental partido son muchas, pero lo más duro para el aficionado culé es la certeza de una baja segura: Pete Mickael.
Mickael es un jugador orgulloso, en ocasiones incluso soberbio, que se crece en partidos de empaque sacando a relucir un carácter de innegable luchador, un ganador nato que ya hay empujado al equipo en partidos sufridos contra el eterno rival, guerreando con Carlos Suarez, superándole, creando desequilibrios y defendiendo hasta la extenuación. Una baja realmente importante que difícilmente podrán suplir jugadores inexpertos en lides tan elevadas.
Afortunadamente, Ingles y Abrines han respondido a la confianza, forzada por las circunstancias, que les ha dado Xavi Pascual. Aunque está por ver si este viernes convergirán, como hicieron contra el Panathinaikos, en un eficiente edulcorante que sustituya la esencia que transmite Pete Mickael contra el equipo blanco.

Sobre el papel, el previsible desequilibrio que pueden producir en anotación los exteriores blancos deberían igualarlo los interiores culés, pero esa compensación debe ponerse en tela de juicio después de las últimas lesiones y molestias que cargan a sus espaldas los jugadores azulgranas. Wallace llegará justo y un claro desequilibrio interior como Jawai se encuentra entre algodones debido a molestias en su fascia plantar. Si a eso le añadimos el bajo momento de juego que atraviesa Lorbek, del cual aún se está recuperando, nos encontramos con un Tomic como única carta clara para enviar balones dentro.

La defensa que debe realizar el Barça ha de ser asfixiante y aunque se produzcan cambios de emparejamiento tras los bloqueos, la premisa del conjunto culé debe ser atar en corto a los perimetrales blancos e impedirles anotar con facilidad. Jugadores como Carroll y Rudy pueden sumar en ángulos y posiciones que tan solo Navarro puede comprender.
Pascual ha utilizado la zona frente al Panathinaikos con grandes resultados, pero con el Madrid se me antoja un suicidio cualquier variante táctica que no sea la defensa al hombre. En ese sentido, un jugador que empezó la temporada de titular y que ahora ha sido relegado al banquillo deberá volver a surgir para detener los bases blancos, profusamente anotadores; Víctor Sada debe reaparecer. Sus números en ataque son vergonzantes para un base azulgrana, pero su aportación defensiva y el plus reboteador que ofrece serán necesarios para detener un equipo blanco que tiene un mayor número de jugadores capaces de anotar.

A diferencia del previsible duelo que se producirá en liga, aquí no hay margen de error. Los jugadores saben que los errores se pagan más que nunca, por eso es importante tener referentes capaces de asumir responsabilidades, de absorber presión y predicar con el ejemplo. Jugadores como Navarro, Rudy, Jasikevicius o Llull deberán convertirse en faros para evitar que su respectivo buque naufrague en el Tamesis.

El juego de ataque del equipo blanco no tiene parangón en el básquet europeo, tan atractivo y vistoso como efectivo e implacable, un alud de talento que el muro azulgrana intentará detener.





La gloria les aguarda.