Todo
aquel que se precie de ser un buen aficionado a la NBA, siempre y
cuando su economía se lo permita, tiene que ir a ver un partido en
el que juegue alguna de nuestras idolatradas estrellas. Debe ser una
peregrinación obligatoria.
El
martes pasado fui al Palau Sant Jordi para ver a España contra el
USA Team y os quiero transmitir las sensaciones que saqué de mi
encuentro con las estrellas. Las conclusiones que obtuve de aquel
show tanto a nivel deportivo como extradeportivo
(condicionantes y parafernalia previa).
Quizá
el error fue mio, pensé que me encontraría un show parecido al que
acontece en los partidos de la NBA, pero la ambientación que los
organizadores generaron no superó las expectativas con las que
venía. Sé que esta sensación no fue solo mía, pero prefiero
centrarme en mi experiencia, a pesar de que probablemente sea
compartida por muchos de los asistentes a aquel partido. Quizá fui
un iluso al pretender presenciar un espectáculo como el que se ve
allí, en el cual en los tiempos muertos ocurren tantas o más cosas
que durante el partido. Por desgracia, no fue así.
La
presentación se asemejó en demasía a cualquier otro partido de
liga ACB o Euroliga. Esta sensación de “pobreza” organizativa se
acrecentó aún más en los tiempos muertos, pues no es de recibo el
poco o nulo espectáculo que se sucedió en ellos. Me parece muy bien
que durante los tiempos muertos hagan “juegos” publicitarios en
la pantalla del recinto, pero quiero que en pista me ofrezcan una
alternativa. No me parece de recibo sacar esa clase de juegos en
medio de la pista, obligándote a verlos porque no hay nada mejor
que ver. Ya que el precio de una entrada para ver un USA-España es
muy superior a ver un Australia-España, por ejemplo, el espectáculo
durante los Time Outs debe de ser diferente; superior. Tan
solo los castellers del descanso, junto al homenaje a Navarro
y a tres miembros del Dream Team allí presentes (Mullin, Robinson y
Drexler) merecieron la pena.
Ahora
vayamos a lo importante, lo que pagué por ver, es decir, los
jugadores. Esa constelación de estrellas bajo el cielo de Barcelona.
Cuando
los ves en vivo se desvanece esa sensación que se tiene de jugadores
de ficción, casi irreales. Conviertes la imagen que tantas veces has
visto en un monitor en realidad. Los ves en carne y hueso. Existen.
Centrándonos
en el partido, España tuvo un inicio fulgurante, la defensa
norteamericana no cerraba su zona y permitía penetraciones españolas
con relativa facilidad. José Manuel Calderón se encargaba de hacer
jugar a la selección, mientras que Ibaka se beneficiaba de un tipo
de base que en OKC desconoce. La afición que abarrotaba el Sant
Jordi gritaba enfervorizada el espectacular inicio del combinado
español, los continuos (y claros) pasos que el trío arbitral se
encargaba de penalizar (en especial el dúo español) no permitía a
los norteamericanos meterse en el partido. En un momento del mismo, los
tres árbitros parecían adoptar una posición muy partidista, muy
patriótica. Eso contribuyó a un desconcierto que benefició a
Estados Unidos, en especial a Carmelo Anthony que, a diferencia del
partido contra Argentina, demostró la calidad que atesora y ya en el
descanso llevaba 23 puntos con un 5 de 6 en triples.
En
la segunda mitad se sumaron a la fiesta más jugadores y el resultado
que reflejaba el marcador en el descanso (40-48) no hizo más que
aumentar, ni la zona planteada por Scariolo era capaz de detener el
vendaval norteamericano. Jugadores como LeBron, Durant o Westbrook
aumentaron el nivel en la segunda mitad del encuentro y España se
deshizo como un azucarillo. El griterío de los primeros minutos de
partido se fue apagando en concordancia con el juego de España, que estuvo muy errática en el tiro, incluso desde la línea de personal. Sus exteriores no supieron nutrir de buenos balones a un Gasol defendido por LeBron, circumstancia a mejorar en un probable enfrentamiento en Londres.
A
pesar de la clara victoria norteamericana (78-100) no tuve la
sensación de ver un juego espectacular, un equipo imbatible. Estados
Unidos no juega como equipo, aún no ha aprendido. Es un cúmulo de
estrellas cuyo repertorio táctico se basa en repetir hasta la
saciedad los pick&pops o pick&rolls, sin arsenal táctico más
allá de la espontaneidad de sus estrellas. Un juego basado en el 1
para 1 o 2 para 2 centrándose en romper a su par para conseguir
ventaja y beneficiarse de ella. Su asfixiante defensa les permite
ocultar esa carencia ofensiva, pues muchos puntos llegaron y llegarán
de contraataques o transiciones rápidas. En ese aspecto la actitud
de los colegiados será decisiva, pues deberán penalizar a los
jugadores norteamericanos cuando incurran en pasos. Hecho que, temo, sucederá
con frecuencia.
Mención
aparte merece Ibaka, no cabe duda de que es un bastión defensivo de
primer orden mundial. Un jugador capaz de intimidar incluso al USA
Team solo lo tiene España y es evidente que lo aprovecharemos. Pero
no estaría de más rebajar la ansiedad con la que juega, pues en
muchas ocasiones Serge se empeña en buscar el tapón a toda costa,
sin percibir que el balón desciende o ya ha tocado tablero; debe
aprender a leer el momento oportuno para taponar.
En
la mayoría de partidos no será necesario, pero a medida que la
competición vaya avanzando y los rivales sean de mayor entidad,
tendremos que mandar más balones a nuestros pívots; los mejores de
los JJOO. Eso facilitará la labor de los exteriores y sobre todo
dañará las defensas rivales desde el interior, donde son más
vulnerables. Si lo consiguen, el sueño de batir al temido equipo
norteamericano puede dejar de serlo. Nadie, ni tan solo Estados
Unidos, cuenta con dos 7 pies de tal calidad técnica. Es necesario que juguemos para ellos, iniciar la jugada subministrando balones a nuestros interiores.
Espero presenciar un
segundo enfrentamiento entre estos colosos del baloncesto mundial,
quiero ver desatar sus fuerzas en el telón de fondo más importante
del mundo.
¡Qué
empiecen los Juegos!