La
rivalidad nacional trasladada al acontecimiento baloncestístico de
mayor relieve del viejo continente. El habitual duelo que el
aficionado español acostumbra a vivir, y a menudo maldecir, será
presenciado por toda Europa: Barça y Madrid se enfrentan para dirimir
quién merece estar en la Final.
En
Londres viviremos un capítulo más, un único capítulo que con
total seguridad marcará el final de temporada de ambos equipos. Dos
estilos enfrentados que se vuelven a enfrentar.
Xavi
Pascual y Pablo Laso tienen una idea muy clara, y diferente, del
camino que deben seguir para poder ganar. Barça y Madrid son dos
construcciones mastodónticas, de cimientos fiables y materiales de
tremenda calidad que sin embargo se parecen en poco. Jugando su juego
son probablemente los dos mejores equipos de Europa, así pues, lo
que sucederá en el partido dependerá en gran parte del ritmo que
prevalezca durante el mismo.
La
superioridad y regularidad mostrada por el conjunto blanco le ha
permitido dosificar mejor a sus jugadores, el equipo llega listo y
con todos sus efectivos al gran duelo. Laso ha realizado una buena
gestión de su plantilla, algo de lo que no puede presumir un Xavi
Pascual más cambiante que nunca.
La
utilización de sus recursos ha sido descompensada y en ocasiones
incoherente, condenando jugadores de innegable calidad al ostracismo.
Si a eso le unimos la ingente cantidad de partidos que ha tenido que
afrontar, nos encontramos con una importante sobreexposición de
minutos a los habituales titulares, hecho que ha provocado problemas
físicos a algunos de sus máximos referentes. Dichos contratiempos
han obligado a la secretaría técnica a reforzar el equipo con un
jugador que se convirtió en fundamental para levantar la Copa del
Rey; jugador que el viernes no estará en cancha.
Por
lo tanto, con la exigua rotación exterior que dejaron las bajas de
Rabaseda y Mickael, Xavi Pascual se vio en la obligación de tirar de
jugadores olvidados como Abrines, Todorovic o Ingles, los cuales se
han mostrado importantes e incluso decisivos en su serie contra el
Panathinaikos.
Las
dudas que presenta el Barça para el trascendental partido son
muchas, pero lo más duro para el aficionado culé es la certeza de
una baja segura: Pete Mickael.
Mickael
es un jugador orgulloso, en ocasiones incluso soberbio, que se crece
en partidos de empaque sacando a relucir un carácter de innegable
luchador, un ganador nato que ya hay empujado al equipo en partidos
sufridos contra el eterno rival, guerreando con Carlos Suarez,
superándole, creando desequilibrios y defendiendo hasta la
extenuación. Una baja realmente importante que difícilmente podrán
suplir jugadores inexpertos en lides tan elevadas.
Afortunadamente,
Ingles y Abrines han respondido a la confianza, forzada por las
circunstancias, que les ha dado Xavi Pascual. Aunque está por ver si
este viernes convergirán, como hicieron contra el Panathinaikos, en
un eficiente edulcorante que sustituya la esencia que transmite Pete
Mickael contra el equipo blanco.
Sobre
el papel, el previsible desequilibrio que pueden producir en
anotación los exteriores blancos deberían igualarlo los interiores
culés, pero esa compensación debe ponerse en tela de juicio después
de las últimas lesiones y molestias que cargan a sus espaldas los
jugadores azulgranas. Wallace llegará justo y un claro desequilibrio
interior como Jawai se encuentra entre algodones debido a molestias
en su fascia plantar. Si a eso le añadimos el bajo momento de juego
que atraviesa Lorbek, del cual aún se está recuperando, nos
encontramos con un Tomic como única carta clara para enviar balones
dentro.
La
defensa que debe realizar el Barça ha de ser asfixiante y aunque se
produzcan cambios de emparejamiento tras los bloqueos, la premisa del
conjunto culé debe ser atar en corto a los perimetrales blancos e
impedirles anotar con facilidad. Jugadores como Carroll y Rudy pueden
sumar en ángulos y posiciones que tan solo Navarro puede comprender.
Pascual
ha utilizado la zona frente al Panathinaikos con grandes resultados,
pero con el Madrid se me antoja un suicidio cualquier variante
táctica que no sea la defensa al hombre. En ese sentido, un jugador
que empezó la temporada de titular y que ahora ha sido relegado al
banquillo deberá volver a surgir para detener los bases blancos,
profusamente anotadores; Víctor Sada debe reaparecer. Sus números
en ataque son vergonzantes para un base azulgrana, pero su aportación
defensiva y el plus reboteador que ofrece serán necesarios para
detener un equipo blanco que tiene un mayor número de jugadores
capaces de anotar.
A
diferencia del previsible duelo que se producirá en liga, aquí no
hay margen de error. Los jugadores saben que los errores se pagan más
que nunca, por eso es importante tener referentes capaces de asumir
responsabilidades, de absorber presión y predicar con el ejemplo.
Jugadores como Navarro, Rudy, Jasikevicius o Llull deberán
convertirse en faros para evitar que su respectivo buque naufrague en
el Tamesis.
El
juego de ataque del equipo blanco no tiene parangón en el básquet
europeo, tan atractivo y vistoso como efectivo e implacable, un alud
de talento que el muro azulgrana intentará detener.
La
gloria les aguarda.
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