La
gente con la que vamos, la pareja que tenemos o la ropa que vestimos
nos definen. Es relativamente sencillo conocer a una persona si sabes
en qué círculo se mueve, de quién se rodea. Extrapolando esa realidad
al mundo de la NBA vemos que, en su mayoría, los equipos trasmiten
la misma esencia que las ciudades, la misma frecuencia.
En agosto del 2005, el huracán Katrina hizo estragos en la ciudad de
New Orleans y su población, fuera por defunción o evacuación,
disminuyó notablemente. Los Hornets, como no podía ser de otra
forma, sintieron el brutal varapalo. Aquel desastre obligó al equipo
a emigrar hacia Oklahoma. El destino es caprichoso, pues lo que para
unos fue una catástrofe, para otros fue una oportunidad, ya que a
raíz de aquello, Oklahoma consiguió, por compromiso de la ciudad y
fidelidad de la afición, un equipo NBA. ¡Y qué equipo!
New
Orleans era una ciudad pobre que, tras lo sucedido, aún lo fue
más.
Con la marcha de sus dos referentes, David West y Chris Paul, la ciudad
estaba huérfana de una fortuna demasiadas veces esquiva para ellos;
pero algo empezó a cambiar. Primero fue la compra del equipo por Tom Benson el pasado mes de abril por
una cantidad que asciendía a 338 millones de dólares. La segunda fue
conseguir la primera elección del draft, y, más importante aún, de
este draft.
Hay
muchos nombres para explicar lo inexplicable; podemos recurrir a
palabras como suerte, destino, divina providencia, azar, ¿probabilidad?... Sea cual sea, por
una vez parece haber sido benevolente con la embrujada, quizás
maldita, ciudad de New Orleans. Algunos dirán que es muy pronto para hablar
de él, pero quien le haya visto jugar sabrá que ese jugador es
especial. Anthony Davis es diferente: alguien capaz de cambiar el
rumbo de un equipo, apartarlo de la deriva. Con él, New Orleans
recibe un soplo de viento favorable, la fortuna que merecía.
Un
jugador que ha destacado en un equipo como
Kentucky, ya da buena muestra de la clase de jugador que es. Hay
quien lo compara con Marcus Camby y en ciertas facetas del juego, al
igual que en su físico, es parecido. Pero Davis tiene todo para ser
mejor que Camby, y eso no es poco.
En
el instituto no destacaba por su estatura, pues antes de alcanzar los 2.08
actuales, Anthony Davis debió aprender movimientos de alero, así
como también un buen manejo de balón y una aceptable visión. Si a
eso le unimos que presume de un buen porcentaje en el tiro y un rango
generoso, veremos que nos encontramos delante de un jugador imponente. Todo esto, en conjunción con la altura y envergadura actuales, es
lo que lo han convertido en el mayor prospecto del draft 2012. Así pues, a sus
movimientos y mecánica de tiro de alero, añadió una mejora
reboteadora acorde con su nueva posición y aumento de estatura,
y sobre todo, una capacidad de intimidación temible. Unos brazos
interminables le han convertido en el mejor taponador de la última
temporada NCAA con una media de 4.7 tapones por encuentro.
Estoy
convencido que de haber jugado para otra universidad, los grandes
números de Anthony Davis (14.2 puntos y 10.4 rebotes), se hubieran
convertido en colosales, pues en un equipo de las dimensiones de
Kentucky el balón está muy codiciado y, quizá injustamente, no tuvo ni los balones ni los tiros que sí hubiera tenido en otros equipos.
Si
hubiera ocupado el lugar de Jared Sullinger en Ohio o Thomas Robinson
en Kansas, estoy seguro de que sus números hubieran sido mejores que
los realizados en Kentucky y de que su rendimiento hubiera sido mucho mayor que el de Sullinger o Robinson.
Que
su frondosa ceja no nos distraiga del tremendo jugador que ha
aterrizado en New Orleans: Davis tiene un talento descomunal, y lo
demostrará de inmediato. El futuro de los Hornets recae en el suyo.
Su techo ni se vislumbra, es el mejor jugador de la camada del 2012,
pero es que además, también es el de mayor potencial.
Solo
falta que demuestre a los fans de la NBA en general, y de los Hornets
en particular, lo que los seguidores de la NCAA ya sabemos.
En
New Orleans tienen entre manos un diamante por pulir, pero que aún
así, brillará desde ya. Si los Hornets quieren salir del pozo en el
que se encuentran, deben anclarse en Anthony Davis para que los suba
tan alto como sea capaz.
Llega
un nuevo huracán a New Orleans, pero a diferencia del otro, este
trae esperanza. Veremos si la semilla de estrella arrela bien en su
devastada tierra para que el dulce fruto que con tiempo y trabajo
germinará, sea saboreado por sus ciudadanos.
La
esperanza tiene un nombre, y una ceja: Anthony Davis.
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