La
NBA es un teatro inmenso y como tal tiene actores, algunos mejores
que otros, pero todos con un foco que los ilumina.
La
mayoría de exteriores que juegan en la NBA son tiradores correctos,
sus porcentajes suelen ser buenos cuando hablamos de tiros librados,
sin oposición; mi luz no está ahí.
Sumergiéndome
hacia el siguiente nivel me encuentro con otra clase de tiradores, su
porcentaje de acierto es mayor y su muñeca tiene un algo que los
convierte en lanzadores certeros. Son jugadores que no se los puede
flotar, jugadores en los cuales la defensa de perímetro se convierte
en esencial; mi luz no está ahí.
Sigo
descendiendo. El número de luces encendidas cada vez es menor, solo
queda la élite de la liga. Francotiradores consumados que en muchos
casos viven, algunos sobreviven, gracias a su excelsa muñeca.
Desequilibrados o bien punteados, eso no es motivo suficiente como
para no anotar. Su cometido es romper las zonas, son jugadores que
reciben un marcaje pegajoso, que son perseguidos en los múltiples
bloqueos por los que pasan antes de encontrar el mínimo resquicio
para recibir y disparar. Son jugadores capaces de cuadrarse para el
tiro con una velocidad que muchos son incapaces incluso de
comprender. La letalidad de esta extirpe de lanzadores reside en que
su espectacular velocidad de ejecución apenas repercute en sus
porcentajes. Son los mejores tiradores de su equipo, sus balas son
las más mortíferas del planeta; mi luz no está ahí.
He
buceado hasta tal profundidad que solo veo una luz, es la única que
aún no ha estallado a pesar de la presión a la que se ve sometida.
Su brillo, menos deslumbrante, es más resistente; ilumina el jugador
que estaba buscando: Ray Allen.
El
mejor triplista de la historia sigue lanzando y anotando con la misma
eficacia que el primer día, los años pasan pero de sus manos siguen
saliendo triples ganadores. Su letal mirilla se combina con una
inverosímil velocidad de ejecución, haciéndole imparable.
Ray
Allen tiene diagnosticado un caso límite de desorden
obsesivo-compulsivo, este hecho le ha permitido a muchos encontrar un
porqué a su depuradísima mecánica de tiro. Evidentemente, Allen
fue obsequiado con un don, lo lleva escrito en los genes, pero no hay
que olvidar que ese don ha sido trabajado y perfeccionado hasta la
extenuación.
Estoy
convencido de que si otros jugadores siguieran el marcial trabajo de
perfeccionamiento que aún a día de hoy sigue llevando a cabo Ray
Allen, muchos lanzapiedras de la liga incrementarían
considerablemente sus porcentajes, especialmente desde la línea de
tiros libres.
El
bombardero californiano se ha enrolado en un nuevo equipo, un equipo
con un armamento impresionante al que se le ha añadido una pieza que
en Playoffs lo convertirá en indestructible. Ya ha demostrado que
será importante en un equipo campeón como son los Heat, pues ante
rivales como Cleveland, Denver o San Antonio, ha metido triples
importantes, triples ganadores. Su muñeca aparece, como siempre.
Hace
lo mismo que ha hecho durante toda su carrera, no importa que mano
planten en su cara ni la posición o ángulo desde el que tire, la
probabilidad de anotar sigue siendo alta. A sus 37 años las sigue
enchufando, subiendo en cada partido un poquito más el listón, el
suyo propio y el de la misma NBA. El mejor triplista de la historia
no debe desaprovechar la oportunidad de anillo que le brinda Miami, y
a buen seguro que contribuirá a conseguir este hito.
Los
Heat han conseguido un aditivo mortal a su letal mezcla de talento.
En los pasados Playoffs, Shane Battier se mostró como un efectivo
edulcorante y se convirtió en elemento indispensable para la
consecución del anillo, pero este año Miami ha reclutado a un
experto, quizá, el más grande de la historia.
Dónde
dejará el nuevo registro...