La
glamurosa ciudad de Los Angeles cuenta con dos equipos que, como
buenos hermanos, comparten el nombre de su querida madre: L.A.
Pero
la devoción de la ciudad por sus dos hijos no es equitativa, nunca
lo fue. Siempre ha habido un hijo predilecto, un equipo ganador y
exitoso; un equipo campeón.
Mientras
a uno le dan todo, el otro no recibe nada. Los Lakers tienen la fama,
el glamour, el calor de la afición, el respeto de la liga y algo
indispensable: las estrellas. Su camiseta ha lucido por todos los
rincones del globo con orgullo, grandes leyendas la han convertido en
su uniforme de trabajo y Phil Jackson, el creador de dinastías, en
su talismán.
En
el pasado, las comparaciones entre los dos hermanos siempre fueron
odiosas, pues siempre había un perdedor; y siempre era el mismo. Sin
embargo, en esta ocasión la comparación es justa, y el vencedor,
por ahora, distinto.
El
equipo que la misma ciudad de L.A ha ninguneado, está haciendo
méritos suficientes para recibir sus mimos. Los Clippers se están
ganando el respeto de la nación y, por fin, el de su ciudad.
Acaparan
flashes y portadas, su juego ya es marca registrada. El seguidor
Clipper empieza a sentirse orgulloso de serlo.
¿A
qué responde tal cambio? Pues está claro: victorias. Y es que con
el conglomerado de jugadores que han unido, pueden tutear a cualquier
grande de la liga.
Para
elaborar la receta del éxito, el primer ingrediente que añadieron
fue la mejor semilla del draft del 2009, Blake Griffin. Con su
irrupción en la liga, los Clippers empezaron a practicar un juego
vistoso y espectacular. De pronto, el otro equipo de Los Angeles
empezó a copar las listas de las mejores jugadas del día, de la
semana o del mes. Los Clippers le dieron la vuelta a la tortilla y
empezaron a llenar estadios, se convirtieron en un equipo agradable
de ver, de disfrutar. Un producto escaso que a todo el mundo parecía
gustar.
Llegados
a ese punto, los Clippers entendieron que les faltaba un ingrediente
y el año pasado se hicieron con él. Obtuvieron a un líder, aquel
que cualquier equipo que pretende ganar el anillo debe tener;
obtuvieron a Chris Paul.
Con
él alcanzaron los Playoffs y derribaron el primer escollo, y aunque
en el segundo fueron barridos por San Antonio, el objetivo estaba
cumplido; experimentar Playoffs.
Pero
este año los Clipppers tienen eso y mucho, muchísimo más. A un
equipo eminentemente físico, le han añadido las necesarias
inyecciones de calidad y experiencia que le faltaban. Además, están
teniendo la paciencia de esperar a Chauncey Billups, hecho por el
cual serán recompensados más adelante.
La adquisición de
jugadores como Grant Hill, Lamar Odom o Jamal Crawford aportará veteranía, experiencia y temple; elementos
que se tornan indispensables en territorio Playoffs.
Estos
Clippers son distintos y lo están demostrando. Ya han sido capaces
de ganar a cocos como Chicago, Lakers, San Antonio o Miami, es decir,
pueden ganar a cualquiera. Este año lo tienen todo, pues en el
banquillo también tienen mucho. La justa mezcla de juventud y
veteranía, mucho físico, pero mayor calidad.
Porque
la calidad que han añadido es mucha, y el máximo exponente de ese
concepto es Jamal Crawford. El talentoso escolta siempre ha sido un
buen jugador en malos equipos, el sexto hombre con capacidad de
cambiar un partido, de detener en seco el grito de “defense”, de
anotar tras falta; de decidir un partido.
Su
calidad está muy por encima de su físico, de su sitio en el
banquillo y de sus minutos fuera de él. Eso sí, los Clippers han de
saber darle el nivel de importancia que requiere tal nivel de
calidad; confío en que lo harán.
Ahora
mismo está promediando 19.7 puntos por noche, pero lo verdaderamente
increíble es su eficiencia, pues los está consiguiendo con una
media de tan solo 28 minutos por partido. Ya hubo temporadas en las
que Crawford alcanzó esa cifra, y no es nada sorprendente en un
jugador de su calidad, pero lo que convierte esta temporada en
distinta, es que los está consiguiendo en 10 minutos menos de juego.
Crawford
es un jugador que se ha mostrado grande jugando para medianías cuyo
objetivo más ambicioso era alcanzar Playoffs o superar primera
ronda. Ahora es distinto. En los Clippers, en estos Clippers, su
objetivo es otro. Por fin ha encontrado un objetivo a la altura de su
calidad, ahora forma parte de un equipo en el que es y será factor
diferencial para hacer diferencia, la más grande de la historia
Clipper.
Quizá
el último ingrediente que necesite este grupo de grandes jugadores
sea uno que jamás ha tenido la franquicia para la que juegan.
Podríamos hablar de suerte, pero a mi entender la palabra fortuna es
más acertada, pues mientras unos han contado siempre con ella (en el
doble sentido de la palabra) los Clippers la siguen esperando.
Hartos
de esperar, este año han decidido salir a por ella; ganársela. Eso
han hecho con todo lo que han conseguido hasta ahora.
Lo
tienen todo.
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