Atrapados.
El navío azulgrana sigue hundiéndose en un remolino de derrotas que
lo empuja al abismo. La situación en la que se encuentra es
delicada: el conjunto azulgrana ha perdido los últimos cuatro
partidos y el Palau ha dejado de ser un fortín. Primero el CSKA y
más tarde el Blusens Monbus demostraron recientemente que el Barça
ya no está seguro ni en su propio feudo. El equipo azulgrana ocupa
una merecida octava posición con tan solo un 50% de victorias y
viendo peligrar la última plaza que da acceso a la Copa del Rey.
Para más inri, el equipo blanco viene al Palau como gigante, con un
casillero de derrotas inmaculado y desarrollando un juego vistoso y
atractivo; mucho más efectivo y contundente que el año anterior. El
equipo de Pablo Laso ha crecido mientras que el de Pascual ha
envejecido. El año pasado un Madrid aún en construcción destronó
el rey y estuvo a un paso de ganar la liga. Aquel Barça sacó su
orgullo para levantarse de las duras caídas que recibió en los
primeros dos enfrentamientos a domicilio para imponerse al eterno
rival. ¿Estábamos presenciando su último coletazo?
El
año anterior la balanza estaba nivelada, pero ha habido cambios
desde entonces: un equipo ha incrementado su valor y el otro parece
haberse devaluado. La valentía de continuar el proyecto Laso está
dando sus réditos; el Madrid ha madurado. Sigue acusando de algunas
desconexiones durante el partido, pero su contrincante no puede
presumir precisamente de regularidad. El ataque azulgrana ha perdido
fluidez, los exteriores no son tan certeros, ni la defensa tan
asfixiante.
Al
conjunto blanco le gusta correr, pero este año además defiende
mejor. En la competición doméstica no ha habido equipo capaz de
detenerle, pero ningún equipo posee un juego interior como el
azulgrana. En un par de días, asistiremos al choque de dos estilos
opuestos, enfrentados incluso. El Barça tiene sus opciones de ganar,
no tantas como el Madrid, pero las tiene: debe realizar un juego
lento y trabado, muy duro defensivamente, y mostrar especial atención
a los contraataques y transiciones rápidas con las que Laso
intentará ametrallar la defensa azulgrana, una defensa menos
compacta e intimidante.
El
Madrid tiene, en mi humilde opinión, el mejor juego exterior de
Europa, y eso es mucho decir. El temporero mallorquín ha vuelto para
convertirse en estrella blanca y ser el líder de un equipo grande,
muy grande; quizá no en centímetros, pero si en talento. El Madrid
desarrolla ese estilo de juego precisamente porque puede, y quien
crea que lo puede detener que lo intente. A ese ritmo, el Barça no
ganará el encuentro, es más, no ofrecerá oposición. El acierto
blanco se ha mostrado muy superior a lo largo de la temporada, con un
juego mucho más fluido y menos programado, un juego más libre y
creativo.
Los
exteriores blancos añaden un plus que el Barça no tiene, y es que
todos pueden tirar con fiabilidad, pues sus porcentajes, incluso
siendo bien punteados, son muy altos. Jugadores como Carroll y Rudy
son los máximos exponentes de ese don escaso, pero no debemos
olvidar a Mirotic ni a Llull; el Madrid puede convertirse en un
bombardero con capacidad para dinamitar el Palau.
En
la pintura contraria, el Barça tiene la oportunidad de castigar el
equipo blanco con sus poderosos interiores, hombres como Tomic, Jawai
o Lorbek deben mostrarse más contundentes que nunca. Viendo tal
desequilibrio, es probable que el Madrid opte por una defensa en
zona, en especial si el conjunto azulgrana no cuenta con la
permanente amenaza que supone Navarro desde más allá de la línea
de tres.
El
Barça necesita esta complicada victoria para aliviar la tensión de
vivir al filo de la navaja, y vencer al invicto de la competición
sería un golpe moral que podría servir para reactivar su engranaje.
Ahora mismo todo se ve negro, pero hay que recordar que si había un
momento de la temporada en el que se podía permitir ese bache de
juego era precisamente ahora. Eso sí, tienen que despertar ya.
El
Top 16 no los esperará y los escasos boletos para la Copa tienen
muchos compradores. El Barça aún está a tiempo de rectificar el
rumbo, cambiar la tendencia, dar un golpe sobre la mesa para detener
la hecatombe que supondría quedarse fuera de la Copa del Rey,
recordemos que en el 2006 ya lo hizo; y ganó.
Retrasar
un año más una era de dominio blanco que ya se empieza a
vislumbrar.
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