De
los 30 equipos que disputaron la fase regular tan solo 16 se ganaron
el derecho de jugar los Playoffs. Así pues, se hizo la primera gran criba, y la
puerta a otro mundo, a otra realidad, se abrió para 16 guerreros.
Para
algunos cruzar esa linea ya significaba un éxito, otros levantaban
la vista intentando vislumbrar la cima en la que ya habían estado,
el lugar donde querían volver. Los restantes anhelaban alcanzar lo
que tantas veces habían soñado.
Más
de un mes después, ese número de guerreros se ha reducido a dos. La
final Oklahoma-Miami era una final ansiada por muchos. Los dos
mejores jugadores de la actualidad frente a frente, defendiéndose
mutuamente, dos equipos con escuderos que no desmerecen para nada el
que en su día tuvo un tal Michael Jordan: Dwayne Wade, Chris Bosh,
Russell Westbrook o James Harden, cualquiera de ellos es capaz de
hacer estragos en la defensa contraria, de decidir un partido,
desequilibrar la final.
OKLAHOMA
El
joven guerrero del Oeste ha crecido. Ha ido quemando etapas a una
velocidad de vértigo, aprendiendo de las derrotas, mejorando día a
día. Ahora es el gigante del salvaje Oeste, sus victimas yacen a sus
pies.
Para
ser grande tienes que vencer a los más grandes. Ellos lo han hecho.
Son jóvenes, pero están sobradamente preparados para reinar.
Los
Playoffs no fueron benevolentes con OKC. Empezaron a andar la senda
hacia la gloria enfrentándose a unos Mavericks que la habían
alcanzado hacia tan solo un año. Dallas fue un rival complicado,
mucho más de lo que pueda aparentar el 4-0 que ilustra la
eliminatoria. Los Mavericks supieron aguantar los arreones de OKC
para llegar a finales igualados, especialmente en los dos primeros
duelos en Oklahoma, pero ahí, Durant y compañía demostraron mayor
sangre fría, mayor acierto.
La
derrota sólo es buena cuando aprendes algo de ella. Ellos lo
hicieron, consumaron su “vendetta”. Vencieron a sus verdugos y
continuaron su camino.
OKC
ascendió sin titubeos al siguiente nivel. Ahí encontraron un
guerrero deslumbrante, los flashes de las cámaras y la luz de su
resplandeciente armadura no los cegó. Los Thunder fueron capaces de
vencer a los Lakers, hicieron perecer a un jugador de una calidad
sublime, de una fiereza competitiva desbordante. Kobe Bryant cayó, y
por consiguiente también lo hicieron sus Lakers. OKC había crecido
demasiado, ya no eran los mismos Thunder que los Lakers habían
vencido dos años atrás. Los “truenos” han aprendido de los
mejores y los han superado. OKC fue capaz de derrotar los dos últimos
campeones de la NBA (los Lakers por partida doble), ahora sólo les
quedaba destruir una dinastía. La misma que el Lockout había hecho
emerger.
San
Antonio era un equipo con un arsenal de jugadores casi ilimitado, el
mejor banquillo de la competición, un conjunto renovado y que, hasta
su enfrentamiento, había aniquilado a cualquier guerrero que osara
cruzase en su camino sin rasguño alguno. Un conjunto que, basándose
en unos jugadores de leyenda, había construido un equipo mayúsculo.
Los Spurs llevaban un récord de 20-0, sin haber perdido ningún
partido de Playoffs, incluyendo los primeros dos partidos con OKC.
Todo hacía presagiar que el invicto continuaría siéndolo. Pero no
fue así. Los Thunder se encargaron de ganar los siguientes dos
partidos que disputaron en el Chesapeake Energy Arena, rompiendo el
halo de invulnerabilidad que parecía acompañar a los Spurs.
Entonces, en el quinto partido, la mítica fortaleza fue dinamitada,
“la barba” (+24 con él en pista) hundió, quizá
definitivamente, un equipo de leyenda.
OKC
nos ha demostrado que ya ha acabado su aprendizaje, que ya ha
aprendido lo que necesitaba aprender. Ahora quiere reinar.
MIAMI
El
guerrero del Este está donde todo el mundo le exigía que estuviera.
Aún no ha hecho nada. A él no le vale competir, debe ganar. El rey
busca su trono, necesita sentarse en él para así poder descansar.
La
senda que han andado los Heat ha sido más benévola que la recorrida
por los Thunder. Miami no tuvo problemas en deshacerse de un rival
mermado por las lesiones como fueron los Knicks. Con Jeremy Lin fuera
y las posteriores bajas de Iman Shumpert y Baron Davis, los Heat
encontraron en los Knicks un escollo fácil de superar. Stoudemire
supo romper el cristal del extintor, pero no pudo hacer nada con él.
Los Knicks ardieron rápido. Demasiado.
En
el siguiente nivel Miami se encontró con un equipo demasiado joven e
inexperto para asumir un enfrentamiento con ellos, la baja de Bosh
ayudó a que Indiana fuera más combativa, pero no pudieron hacerles
más que un par de arañazos.
El
joven guerrero tuvo que claudicar, pero esta derrota la utilizará
para crecer. En años venideros se volverán a encontrar. Entonces
será más fuerte.
Los
Heat, mientras aguardaban conocer su próximo rival, aprovecharon
para descansar. Unos días más tarde apareció el guerrero que
habían estado esperando, un guerrero totalmente opuesto al que
acababan de vencer. Un guerrero orgulloso, que el Lockout parecía
haber rejuvenecido, que sacó fuerzas para sobreponerse a sus
problemas físicos, para competir y ganar. La pelea fue larga, mucho
más de lo esperado, aquel guerrero llevaba una armadura de aleación
esmeralda, una aleación tan vieja como resistente. El calor de Miami
no conseguía derretirla, pero entonces retornó Chris Bosh para
recordarle al mundo que los Heat siguen siendo un Big Three. Los
Celtics, cansados, ya no aguantaron más y terminaron sucumbiendo.
Este
martes se dan cita en el Chesapeake Energy Arena los dos únicos
guerreros que siguen en pie. Los dos están preparados para comenzar
una nueva era, para
ello han vencido a campeones como Dallas, Lakers, San Antonio o
Boston. Han destruido el pasado para demostrarnos que ellos son el
presente y serán el futuro.
Estamos
a las puertas de una nueva era, una nueva rivalidad. Una final
inédita que fácilmente puede volver a repetirse. La semilla de una
nueva dinastía ha arrelado en las ciudades de Miami y Oklahoma,
ahora sólo nos falta ver donde crecerá mejor; con el sol de Miami o
bajo la tormenta de Oklahoma.
Muchos
guerreros querrían hacerlo, pero tan solo el campeón de campeones podrá ver reflejada su mirada en ella. Tan sólo él merece besarla.
Personalmente quiero que ganen los Thunder. Por 3 razones: Ibaka, Durant y el juego que han desplegado durante toda la temporada.
ResponderEliminar¿Será por fin el momento de Lebron o volverá a meterse una galleta?
En mi opinión, lo tenían más fácil el año pasado con Dallas que este con OKC, y todos sabemos como acabaron con Dallas. Estoy ansioso de que empiece la final de las finales!!
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