Todos
tenemos sueños y nuestro mayor sueño debe ser hacerlos realidad. En
eso está LeBron James. Ayer los Heat ganaron el cuarto partido de
Las Finales. El elegido nunca ha estado tan cerca, a tan solo una
victoria. Cuando la consiga, entonces sí, entonces podrá sentarse
en su trono y liberar su espalda del peso de una presión tan gigante
como él.
Una
tormenta temprana se instaló en el American Airlines Arena, de la
mano de un Russell Westbrook bestial, OKC consiguió la primera gran
ventaja del partido, 19-33 al final del primer cuarto. Pero el
temporal duró poco. El calor blanco propinó a los Thunder un
parcial de 0-13 y la ventaja quedó en nada. Fue una tormenta de
verano.
En
ese aspecto los Heat fueron bastante más eficaces que los Thunder,
pues en el segundo partido de las Finales, y con menor diferencia de
puntos al finalizar el primer cuarto (12), OKC no consiguió reducir
las distancias con Miami hasta bien entrado el tramo final de
partido, momento en el que los Heat supieron aguantar y ganar. Una
victoria decisiva.
Quizá
se deba a la juventud o a la inexperiencia de jugar en territorio
virgen, de estar en el último escalón, el más difícil de subir.
Sea lo que sea, OKC ha reducido considerablemente su porcentaje en
los tiros de campo, incluidos los tiros libres.
En
la historia de las Finales ningún equipo ha conseguido remontar un
3-1, Oklahoma lo sabía y salió dispuesto a impedir la tercera
victoria de los Heat. Pero, por sorprendente que pueda parecer, Miami
los superó como equipo.
Tras
la desaparición de Harden, el dúo Westbrook-Durant se siente
demasiado solo, huérfanos de una referencia interior (ofensiva) y
con las limitaciones en ataque de Thabo Sefolosha, OKC se sustenta en
ellos. Pero ellos solos no pueden aguantar los envites de un equipo
liderado por dos mega-estrellas como Wade y LeBron. Si en la serie
que jugó Miami contra Indiana critiqué la dependencia que tenían
los Heat de sus dos estrellas, ahora debo hacer lo mismo con OKC,
pues ayer, de los 98 puntos que metieron, 71 los hizo el dueto
Westbrook-Durant.
En
estas finales el juego de individualidades lo desarrollan los
Thunder, basan su ataque en dos talentos inmensos, pero parecen no
darse cuenta de que enfrente tienen a LeBron y a Wade, jugadores cuyo
talento es igual o incluso superior. Pero es que además, Miami ha
encontrado, por fin, la forma de involucrar a más compañeros. Ayer
apareció Chalmers, pero hasta entonces estaba Shane Battier,
martilleando a OKC con sus triples, o Bosh cogiendo rebotes, abriendo
la zona con sus tiros o anotando en la misma con movimientos de
calidad. LeBron y Wade ya no se sienten solos. No lo están.
En
el cuarto partido, dos hombres jugaban por encima del resto,
perseguían un sueño. Cuando jugadores de la calidad de Westbrook o
LeBron entran en estado de gracia suceden actuaciones para la
historia, momentos para los cuales nos quedamos despiertos hasta que
amanece, sintiendo como se ilumina nuestra mirada con el brillo de
su luz. Y es que hay cosas que sólo la NBA es capaz de darnos.
Ayer
LeBron y Westbrook demostraron, más que nadie, el anhelo por reinar,
dejar de creerse los mejores, para serlo realmente.
Rusell
Westbrook (43 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias) estaba imparable,
tuvo un inicio de encuentro fulgurante, pero mantuvo el nivel de
acierto durante todo el partido. En el último cuarto volvió a
crecer por encima de todos, fue el pilar que permitió a los Thunder
seguir con vida. En el último periodo, Westbrook anotó 17 de los 23
puntos de su equipo, tan solo contó con la ayuda de Kevin Durant,
que hizo los 6 puntos restantes. Nadie más le ayudó. Nadie.
Westbrook estaba solo, pero ver que su equipo lo necesitaba, sentirse
la estrella a pesar de compartir equipo con Durant, le permitió
crecer hasta el punto de eclipsarlo. Se convirtió en una supernova,
pero acabó estallando. Se inmoló. Es cierto que se equivocó
haciendo falta a Chalmers con 4 segundos de posesión y 13 de
partido, pero, sin sus puntos, OKC no hubiera llegado a ese final.
Por
otro lado es necesario hablar del elegido, Lebron James. El rey
empieza a adquirir la categoría de Dios. Ayer, como en tantas otras
veces, demostró que no sólo es capaz de anotar, sino que,
aprovechándose de las ventajas que él mismo genera, puede asistir
como un base. De hecho, asiste a sus compañeros con más asiduidad
que algunos Point Guards de la liga, pues tiene una media de 6.9
asistencias en su carrera.
Quizá
Durant lo supere en talento, pero a día de hoy, LeBron James es el
jugador más completo de la NBA. Capaz de hacer de todo y, además,
hacerlo a un nivel que otros sólo pueden soñar. Con 26 puntos, 9
rebotes y, sobretodo, 12 asistencias, LeBron hizo partícipes a sus
compañeros de un juego más generoso, anotó y hizo anotar.
Más
allá de gustos personales, es evidente que un jugador de su talento
merece un anillo.
Ya
lo tiene cerca, está a punto de cambiar su gris realidad, vivir lo
que está harto de soñar.
A
pesar de la voraz precocidad de sus logros, el anillo resiste inmune
a su talento. Eso sí, jamás lo ha tenido tan cerca. Miami está a
una victoria de coronarse rey de la NBA. Tan solo una histórica
remontada se lo podría impedir.
En
la temporada 2007-2008 eran los dos peores equipos de la liga, 4 años
después están disputando las Finales. Tan o más importante que
soñar es saber que otros sueñan por ti, alegrarlos con tu alegría.
La ciudad de Oklahoma lleva pocos años persiguiendo el sueño de
convertirse en una ciudad campeona; Miami está muy cerca de
despertarla.
Dejando
al margen a Wade y a Fisher, el quinto partido será, para el resto,
el partido más importante de sus carreras.
Unos
lucharan por convertir su sueño en realidad; otros para seguir
soñando.
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